La mirada de Rueda penetra en la naturaleza, en el paisaje urbano o agreste, las fotografías y, tras un elaborado proceso informático, los contornos se disuelven en medio de la niebla y de la pesada atmósfera que tan sensiblemente ha sabido captar, de tal suerte, que la cúpula de la catedral de San Marcos nunca ocuparía un lugar secundario en una pintura figurativa.